viernes, 23 de febrero de 2018

Preguntas básicas sobre el vino

Seguro que en algún momento, incluso si ahora ya eres un excelente sommeliere, cuando te disponías a comprar una botella de vino, te han saltado a la mente preguntas, algunas de tipo básico: ¿Cómo sé si un vino es bueno? ¿Cuánto tiempo que puedo guardar una botella abierta, sin que se pierda el sabor o se “pique”? ¿Cuánto debo gastarme para asegurarme una buena elección?; y otras de curiosidad más técnica ¿De qué está hecho el vino? ¿Cómo se elabora?

Si se tiene alguna duda, lo mejor el preguntar, o leer nuestro blog. Ambas serán buenas formas de aprender.

Calidad del vino.-

Como la idea es hacerte la vida fácil, lo primero que te diremos es que éstas dudas son bastante comunes, aunque también te diremos que la calidad del vino, como en cualquier otro alimento, es una evidencia, y todos sabemos cuándo estamos bebiendo un buen vino o cuando nos encontramos ante algo mediocre, aun cuando nuestro gusto no coincida con el de la mayoría. Lo mejor es que una vez abierta la botella, no dejemos pasar más de un día para terminar de saborear el caldo; aunque existan pequeños inventos que podemos encontrar para prolongar la vida del vino, una vez abierta la botella. 

Un consejo que nos atrevemos a darte es, que es conveniente e importante elegir bien el tipo de copa a la hora de beber vino; elegir una copa que tenga profundidad y anchura en su base, nos será útil pues nos permitirá mover el vino y liberar sus aromas de una forma más fácil.


El precio del vino.-

En cuanto al precio de un vino, no siempre será fácil relacionarlo con su calidad, pues como en otros productos viene determinado por la oferta y la demanda, así como por el coste de elaboración. Aun así, no pensamos que el precio deba influir en vuestra opinión sobre un vino, pues en múltiples ocasiones, no es el vino más caro el que más nos gusta; sobre todo si no nos dejamos intimidar por descripciones ostentosas que encontremos en las contra etiquetas. Lo importante es probar y llegar a nuestras propias conclusiones. No olvidemos que lo felices que somos cuando disfrutamos de los pequeños lujos de la vida.

¿De qué se hace el vino? o ¿qué lleva el vino?-

El vino se hace de uva. Nada más ni nada menos. En principio no lleva más ingredientes; aunque hay bodegueros que usan otros ingredientes, siempre en cantidades insignificantes como clarificantes (se usaba clara de huevo y ahora su equivalente industrial); levaduras para favorecer la fermentación, sulfitos (aparte de los que ya se generan de forma natural en la fermentación, se tiende a añadir una pequeña cantidad para prolongar la conservación del vino).

A los vinos naturales no se agrega, nunca jamás, este tipo de sustancias ni cualquier otra.

Lo que le da al vino el aroma a madera, fresas, tabaco, canela, manzanas o cualquier tipo de fruta, es la variedad de uva que se utilice para elaborar el vino, así como las características del terreno donde estén las cepas.

Tipos de uva: Variedades y Características.-

Agruparemos los vinos en dos grandes grupos: blancos y tintos. Y dentro de ellos encontramos diversas cepas, cada una de las cuales tiene ciertas características distintivas y que las hacen más o menos adecuadas para cada comida. Obviamente estas son sugerencias, así que sentíos libres para experimentar. Aquí os dejamos un brevísimo resumen de algunos de los tipos de uva que existen. Para que vayáis aprendiendo algo más sobre el mundo del vino.

TINTOS:

Tempranillo: Es el varietal más extendido y típico de nuestro país. Se llama así, porque las uvas se recogen antes que otras variedades (más temprano). Es una uva con notas muy frutales y aromáticas, que envejece bastante bien en barrica. En Ribera del Duero se la denomina 'Tinto del País'. En Castilla La Mancha, se la puede encontrar también con el nombre de 'Cencibel'.

Mencía: Es un varietal específico de nuestro país, que se cultiva tan sólo en la D.O. Bierzo (León) y en la D.O. Ribeira Sacra (Orense). Es una uva con mucho tanino que da unos vinos con una ligera astringencia, pero con mucha personalidad. El mejor lugar para encontrarlas, las bodegas del Bierzo.

Syrah: Las propiedades de esta uva francesa dependen del clima. Los Syrah españoles y los franceses, se diferencian mucho. Hay bodegas de Castilla la Mancha que se han especializado en su elaboración. Es un vino complejo, aromático y de sabor más fuerte. Combina muy bien con carnes de caza (por ejemplo conejo o jabalí) o carnes bien condimentadas.

Garnacha: Es otra uva típica de nuestro país, que se cultiva con especial intensidad en las regiones del noreste (La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña). Es una uva muy frutal, sin embargo, no envejece tan bien en barrica como la variedad tempranillo.

Monastrell: Es la uva típica de Murcia y el sur de Valencia. Produce unos vinos potentes, con mucha estructura y un grado alcohólico algo superior al normal. Hace unos años, estos vinos tuvieron mucho éxito en los países anglosajones. El mejor lugar para descubrirla, las bodegas de Jumilla y Yecla.

Cabernet Sauvignon: Probablemente, la uva francesa más extendida y utilizada en muchos de los mejores vinos tintos del mundo. Le da al vino una acidez agradable, y envejece extraordinariamente bien en barrica. Son vinos robustos, con sabores y aromas más fuertes, que mezclan bien con carnes rojas asadas o carnes más grasas como por ejemplo el cordero. También es buena opción para acompañar quesos fuertes.

Merlot: Uva Francesa, es la uva más aromática de gusto suave. Son vinos con aromas y sabor más frutales, fáciles de tomar. Mezcla bien con carnes no muy condimentadas, por ejemplo, con un buen par de chuletas de cerdo, pastas, platos con pollo o con quesos suaves.

Carménère: El vino más reconocido como propio de Chile, ya que es una cepa que se extinguió en Europa en el siglo XIX y fue redescubierta en Chile a finales del siglo XX. Son vinos tintos más suaves, aromáticos y de gusto delicado. Combinan bien con platos como pastel de choclo, humitas y pastas en general.

Pinot Noir: Es un tinto que parece blanco, suave, levemente cítrico, frutal y aromático. Ideal para quienes no quieren perder la fuerza de un vino tinto acompañando platos más apropiados para vinos blancos. Ideal para quesos no muy fuertes y carnes blancas como pollo o pavo.

BLANCOS:

Airen: El airen es la variedad más extendida en España, encontrándose en la región central de España. También se le conoce por: Manchega, Lairén, Valdepeñera y Forcayat. Con aromas frutales de intensidad media.

Verdejo: Uva muy aromática y afrutada. Hay quien dice, que tiene toques tropicales.

Albariño: No confundir con una Denominación de origen, aunque sólo se cultive en la D.O. Rías Baixas. Ácida y refrescante con un aroma muy particular.

Sauvignon Blanc: Son vinos frescos, ácidos y frutales. Ideales para acompañar pescados y maricos frescos. Recomendado para acompañar una merluza frita con ensaladas o un rico ceviche.

Chardonnay: Es un vino de color dorado, suave, con más cuerpo que el sauvignon blanc. Ideal para acompañar pescados grasos como el salmón o una reineta a la mantequilla.

Late Harvest: En realidad no es una cepa, sino que se refiere a que se elabora con las últimas uvas cosechadas, casi antes de convertirse en pasas. En consecuencia hay una mayor concentración de azúcares, lo que lo hace un vino muy dulce, ideal para acompañar postres y tortas.

COMODÍN:

Rosé: Los vinos rosé (que por lo general son ensamblajes, o sea mezcla de dos o más cepas) suelen servir para todo. Fríos son ideales como aperitivos, porque son frescos, frutales y fáciles de tomar y combinan bien con casi todo tipo de platos.

¿Cómo se elabora el vino?-

En época de vendimia se recolectan las uvas, pudiendo hacerse esta de forma manual o a máquina. Se procederá a separar los racimos que están en buen estado de los que no, aunque no siempre se hace selección.

Se procede al despalillado, proceso que consiste en separar la uva del raspón. Se hace con una máquina, la despalilladora. Este proceso no se hace siempre pero sí en la mayoría de los casos.

Si el vino es blanco, se prensa. Si es tinto, se estruja para que empiece la fermentación.

El mosto macerará con sus pieles. El tiempo de maceración dependerá del resultado que quiera obtener el enólogo en el vino. Se prensa y se separan las pieles.
Se traslada o bien a barrica o bien a depósito de acero inoxidable para la fermentación maleoláctica (fermentación en la cual el ácido málico se convierte en láctico).

Se clarifica y/o filtra.

En caso de hacer crianza, se lleva al contenedor pensado para que la realice. Las barricas de roble, bien americano o francés, son las más utilizadas.

Por último se procede al embotellado y etiquetado.

Para terminar, os debemos hablar de una falsedad generalizada en la actualidad: «El vino, cuanto más viejo, mejor». Pues bien, pueden existir vinos jóvenes de excelente calidad y otros con décadas de antigüedad que sean imbebibles.

Dependiendo de su edad y del tipo de crianza, los vinos podrán ser:

Jóvenes (también denominados del año o nuevos): si se obtuvo en la misma campaña que la que indica el etiquetado.


Semicrianza: cuando han pasado un pequeño tiempo en recipientes de madera. En este caso se debe indicar el tiempo exacto. También son llamados coloquialmente “roble”.

Crianza: han pasado 2 años de crianza, en los que al menos 6 meses han sido en barrica.

Reserva: en el caso de blancos y rosados, las condiciones serán como en los crianzas. Si son tintos, deberá haber sufrido una crianza de 3 años, de los que 12 meses han sido en barrica.

Gran Reserva: estos vinos deberán tener una crianza de 4 años, con seis meses en barrica en el caso de blancos y rosados. Los tintos pasarán 5 años de crianza y un mínimo de 18 meses en barrica.

Hay que tener en cuenta que estas indicaciones pueden variar ligeramente dependiendo de las restricciones de la Denominación de Origen.


Bueno, aquí nos plantamos… Esperamos no haberte embriagado demasiado… Ahora sólo te queda descorchar una botella de vino, y en compañía o sin ella, disfrutar del llamado “néctar de los dioses”.

jueves, 8 de febrero de 2018

HIDRATACIÓN, UNA NECESIDAD TAMBIÉN EN INVIERNO.

Llega el invierno, las bajas temperaturas, una menor sudoración…

Es entonces cuando nos puede dar por pensar que estos, son motivos para hidratarnos menos; descuidando así la cantidad de líquidos que ingeriremos diariamente.

Pues bien, si actuamos así, estaremos poniendo en riesgo nuestra salud.

La cantidad de líquido que se debe ingerir diariamente se encuentra entre los dos y tres litros. Dependiendo de la edad, sexo y actividad de cada persona, está cantidad será más o menos elevada, pero no debe ser menor para asegurar que el equilibrio hídrico del organismo se mantiene.

Importancia del agua.-

El cuerpo está formado en más de un 65 por ciento por agua. El agua es más importante para sobrevivir que la comida, si se considera que se puede resistir sin alimentos sólidos durante semanas, no ocurre lo mismo con la ausencia de agua. El cuerpo la almacena en grandes cantidades y necesita reponerla constantemente.

La importancia del agua reside en que esta lleva los nutrientes a las células, ayuda a la digestión formando secreciones estomacales, elimina los residuos, mantiene los riñones sanos y aporta una hidratación constante a la piel, ojos, boca y nariz, lubrica las articulaciones, regula la temperatura corporal y el metabolismo.

Cuando se consume suficiente agua se puede retrasar el envejecimiento y mejorar enfermedades como diabetes, hipoglucemia, artritis, sequedad cutánea y obesidad. Los riñones son los órganos que ayudan al cuerpo a eliminar residuos, y necesitan suficiente agua para hacer su trabajo de "depuradores de deshechos".

El agua en nuestro organismo.-

El agua interviene en gran cantidad de procesos metabólicos, por lo que mantenerse correctamente hidratado es necesario para que el cuerpo funcione adecuadamente tanto a nivel físico como cognitivo.

Algunos de los procesos que se ven condicionados por el nivel de hidratación son tan importantes como la respiración o la termorregulación, por lo que con las bajas temperaturas del invierno es fundamental no dejar de lado los ocho vasos diarios que se deben tomar.

Por eso, no debemos olvidar que es bueno tomar bebidas que aporten agua y los nutrientes esenciales que el organismo necesita y que pierde cada día a través de los diferentes procesos fisiológicos.

Los zumos pueden ser una buena solución para mantener correctos niveles de hidratación; además nos aportarán vitaminas y micronutrientes; ayudando también al sistema inmunológico, que se resiente con el frío; el consumo moderado de zumo de fruta, un vaso pequeño al día, será un gran aliado.

También los caldos y sopas son una buena elección en invierno ya que ayudan a regular la temperatura del cuerpo frente al frío y nos aportan líquidos y nutrientes


Y es que el equilibrio hídrico del cuerpo es fundamental para evitar problemas de salud como la deshidratación, que puede hacer que la piel pierda turgencia, la orina se concentre en exceso, lo que puede ocasionar cálculos renales, y que aparezca sequedad en las mucosas, taquicardia y cansancio. A medida que la deshidratación aumenta, hay una disminución del volumen sanguíneo y alteración en el rendimiento físico, dificultad para concentrarse, desorientación, o fallos en la regulación de la temperatura corporal.


¡El agua es Vida, el agua es salud!