Una vez más son los testimonios de los vecinos de La
Acebeda y la documentación de los archivos de su Ayuntamiento, los que nos facilitan
el conocimiento de los usos y costumbres de este municipio, enclavado en la
Sierra Norte de Madrid, a tan sólo 80 km. de la capital.
Al igual que en otros municipios serranos, La Acebeda, ya desde el siglo XVII, contará con Ordenanzas propias que regulaban las actividades económicas propias del municipio y que se referían al abastecimiento y suministro de mercancías, de esta fecha datan las Ordenanzas de Reguera, que establecen el sistema de riego de las tierras de labranza así como el trabajo de mantenimiento de las mismas.
El municipio, que antaño tuvo sus campos sembrados
de cereales (centeno, lino y otras semillas,…), no contaba con una regulación
del uso del agua, por lo que los conflictos vecinales eran entonces frecuentes,
haciendo que la productividad de la tierra se viera mermada, por los perjuicios
que esta falta de regulación sobre el riego producía, no sólo a los vecinos de
La Acebeda sino también a los de otras poblaciones cercanas que dependía en
todo caso del agua que discurría por las regueras de esta localidad.
A consecuencia de esta situación y tras incluso
mediación Real, se llega a una regulación en el siglo XVII. De esta forma, los
vecinos comenzarán a “realizar los
trabajos de desbroce de las regueras de forma periódica y ordenada coincidiendo
con la entrada de la primavera”.
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En la práctica, el trabajo implica la limpieza de
las regueras, veneros y regatos, que las alimentan, y los brazos de la reguera
que dan servicio a prados, huertas y linares. Serán los propios vecinos los que
organicen el trabajo a fin de llevar a cabo todas las labores que el mismo
implica, decidiendo los lugares de actuación así como la optimización de los
recursos humanos (los más mayores y los niños se encargarán de las zonas más
cercanas a la población; quedando las alejadas a cargo de los mozos).
El fin de la jornada acabará, con una también tradicional caldereta de
cordero, regada con una fresquita limonada que hará recobrar las fuerzas y
compartir el ya jovial encuentro de vecinos y vecinas.
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